dijous, 3 de setembre del 2009

El oficio mudado


De todas las virtudes de Jaume Tribó la que más me impactó fue la capacidad de asesorar a decenas de cantantes en la pronunciación en diez idiomas. “Maestro de un oficio difícil y misterioso que se va quedando sin practicantes”, era la definición que el suplemento dominical de este periódico hacía de “El último apuntador”, un mohicano que todavía hoy resiste en El Liceu de Barcelona.

Mientras Roberto Herrscher iba relatando como este peculiar oficio se ha extinguido en el mundo de la música, las fotografías de Guillermina Puig nos mostraban a un personaje que trabaja en un habitáculo poco generoso de espacio en el centro del escenario, casi al borde del foso de la orquesta. Nadie atiende a su presencia, pero no son pocas las ocasiones en las que le recuerda a los cantantes qué deben decir. La ópera es un genero en el que la improvisación no está bien vista.

Más que extinguirse, pienso, su oficio se ha mudado. Al mundo del fútbol, concretamente. Cuando el Villarreal CF (y ahora también su filial) disputa un partido, el espacio mediático se llena de apuntadores que, tenue lamparita en mano, aconsejan sobre qué opinar de lo visto. Susurran las primeras palabras de las arias que los aficionados recitarán una y otra vez en el bar de la esquina.

Si se empata, hay que dirigir pronto la mirada a la cantera, no sea que alguien caiga en la horrible tentación de comparar a Ernesto Valverde con Manuel Pellegrini. Si el club pasa el verano buscando facturas, conviene recordar el potencial de la plantilla o su creciente aceptación entre la hinchada. “Dos sílabas antes de que te toque entrar”, piden los tenores y eso es lo que reciben. La entrada.

No es que a mí no me seduzca la propuesta futbolística del equipo, sino que me molesta que traten de encauzarnos. Sobre todo, cuando me doy cuenta. A la gente nos gusta pensar que somos dueños y señores de nuestros actos, algo que la publicidad ha captado rápido y ahora utiliza sugestiones menos evidentes. Incluso los políticos se han dado cuenta de ello. No pasa nada porque nos dirijan, desde la opinión hasta los hábitos de consumo, pero no queremos darnos cuenta. Preferimos vivir sin ver los hilos sobre las marionetas.

Antes las instrucciones llegaban tras los encuentros y parecía lo lógico. El crítico de cine se esperaba a ver la película para emitir su juicio. Ahora el adiestramiento es mucho más prematuro, aconsejándonos qué pensar días antes de los partidos. Si el equipo cae eliminado, nadie podrá decir que no ha luchado o un empate no sé dónde no sería un mal resultado. No sé a ustedes, pero de tanto oírlo a mi me dan ganas de pensar lo contrario.

Artículo publicado en Levante de Castelló el 3 de septiembre del 2009.